Ayer vi por la calle a una abuela llevando como podía a un labrador chocolate en la edad del pavo (sí, los perros también pasan por su propia adolescencia) tirando de la correa como sí fuera Colmillo Blanco enganchado a un trineo. Es una escena frecuente que he visto con protagonistas y circunstancias diferentes.
La gente se cree que si compra un labrador, ya sea de baratillo en una cristalera o pagando un riñón con pedigrí de enmarcar, van a tener perros como los de asistencia de la Once o de la Fundación Bocalán.
Y no, no funciona así.
Un labrador es un perro que necesita ser educado como cualquier otro. Y luego está la realidad incuestionable de que cada individuo tiene su propio carácter. Es cierto que los labradores (y esto es extrapolable a cualquier raza) puede tener determinadas tendencias de carácter, pero pesa muchísimo las particularidades del ejemplar.
Hay labradores tranquilos y los hay que son un puro nervio juguetón toda la vida. Los hay cabezones como mulas con más frecuencia de lo que parece. Y por mucho que sea cierto que no tienden a ser dominantes, perfectamente pueden salir así. Aún recuerdo un labrador dorado grande y atlético que me encontré algunas veces en el barrio y que era un aspirante a alfa elevado al cubo. Por suerte estaba en manos de un hombre joven que parecía saber cómo manejarlo.
Son animales, no son peluches. Los perros de una misma raza pueden ser muy distintos entre sí. No se fabrican en serie, no es como elegir un smartphone determinado entre todos los existentes en el mercado. Mi Iphone 5 es igual a todos los demás, mi perro y el tuyo, aún siendo hermanos de camada, no. Leyendo cuidadosamente las características de los móviles acertaremos al comrparlo, leyendo a conciencia las características de las razas en webs o libros especializados no tenemos ninguna garantía de conseguir un ejemplar modélico.
Insisto, a todo perro habrá que educarlo. Por eso siempre es mejor idea que los que menos entienden a los perros, los que menos saben de enseñar a los perros escojan adoptar a un adulto con un carácter definido dulce y tranquilo y no un cachorro imprevisible.
Esa abuela que os contaba al arrancar el blog sería mucho más feliz con un perro adulto, tranquilo y poco exigente adoptado en cualquier protectora. Tal vez un perro de abuelo huérfano acostumbrado ya a vivir con una persona mayor.
Que esa es otra, un perro puede vivir 15 años. Otro motivo por el que un cachorro no es buena idea como compañero de una persona de edad avanzada.
Por cierto, dejad de pedir cachorros de labrador o golden retriever en las protectoras, que no los vais a encontrar. Ni esos ni de otra raza pura. Adultos o cruces es otro cantar, pero lo suyo es buscar un perro compatible con vuestro estilo de vida y carácter y no una raza determinada.
Todos los labradores que veis en las fotos fueron abandonados y están en adopción. Más información en SOS Golden.
Contacto: sosgolden@gmail.com
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